Una investigación de la Academia de Ciencias de Estados Unidos, investigó la relación entre la falta de horas de sueño y el estado de ánimo. Según el artículo que publico la entidad en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), y que relevael matutino Clarín, señala una alteración de un gen, el PER3, como posible detonante.
Para arribar a esta conclusión, partieron de un estudio al que se sometió a una familia, de la cual tres miembros padecen el síndrome de fase de sueño avanzado (FASP, por sus siglas en inglés). Se trata de gente que se despierta de forma natural muy temprano, antes de las cinco de la madrugada, y que también se va a dormir antes de que se haga de noche. Si bien no se considera una enfermedad, sí sufren unos cuantos inconvenientes, porque quienes lo padecen llevan un horario distinto al de la mayoría de la sociedad y, por sus hábitos, les es imposible adaptarse.
Este grupo familiar, mostraba además síntomas de padecer trastorno afectivo estacional, un problema que generalmente suele ocurrir en invierno, cuando los días son más cortos, y hace que la gente se sienta deprimida. De hecho, entre un 1,3 y un 9 por ciento de la población –en especial en los países que están en los extremos norte y sur– lo padece. Los investigadores Ptácek y Hui Fu observaron que esas tres personas tenían una versión defectuosa de uno de los genes del ritmo circadiano, el PER3.
También pusieron como ejemplo a los trabajadores que conviven con continuos cambios de turnos y que, de acuerdo con las estadísticas, son mucho más susceptibles a desarrollar distintas enfermedades y trastornos del estado de ánimo. Sin embargo, hasta el momento, ningún estudio había identificado cómo las alteraciones en el ritmo circadiano promueven la aparición de los trastornos en el cambio del humor.
Para saber el rol de este gen, Ptácek y Hui Fu hicieron una serie de experimentos con ratones modificados genéticamente para portar dos copias del PER3 alterado. Entonces, comprobaron que los animales modificaban su ritmo circadiano. Y, además, lograron concluir que tenían algunos comportamientos similares a los que muestran las personas que padecen depresión, como apatía –dejaban de beber agua azucarada, por ejemplo– así como patrones de sueño anormales. “Los humanos durante los días más cortos de invierno desarrollan un trastorno del estado de ánimo, lo mismo que les ocurre a los ratones”, comenta Ptácek.
Los resultados de este trabajo sugieren que este gen puede ser el nexo entre las horas de descanso y la regulación del humor, además de tener un papel clave a la hora de ajustar los procesos de adaptación a los cambios estacionales para evitar así los procesos depresivos.