Dentro de hospitales y sanatorios, tanto públicos como privados, del primer y del tercer mundo, siempre se está librando una batalla entre los agentes de salud y las bacterias que causan infecciones. No es azaroso el escenario de esa lucha, ya que el uso que se hace de antibióticos en esos lugares ocasiona la muerte de muchos de aquellos microorganismos. No obstante, aquellos que sobreviven se adaptan y se vuelven resistentes al tratamiento.
Infecciones que comienzan con pequeñas heridas en la piel, forúnculos o “granitos” pueden volverse un problema serio si la bacteria responsable, el Staphylococcus aureus, no responde a la acción de los antibióticos. En algunas ocasiones, las infecciones se vuelven graves y avanzan hacia enfermedades como la neumonía necrotizante y la osteomielitis, tanto en niños como en adultos previamente sanos.
Este patógeno, que poco tiempo atrás sólo circulaba dentro de los centros de salud, era responsable de infecciones intrahospitalarias. Mientras que un antibiótico común, de la familia de las penicilinas, como la cefalexina era un arma suficientemente potente para hacer frente a las infecciones por S. aureus adquiridas en la comunidad. “Venía una persona con una lesión de piel y se la trataba con cefalexina. Actualmente existen algunos –estafilococos- adquiridos en la comunidad que hacen difícil su tratamiento”, señaló la docente e investigadora de la Universidad Nacional del Litoral (UNL), Emilce Méndez.
El trabajo
En Santa Fe, un equipo de microbiólogas de la Facultad de Bioquímica y Ciencias Biológicas (FBCB), integrado por Emilce Méndez, Antonela Giusti, Analía Mollerach, María Alejandra Mendosa, María Rosa Baroni, Liliana Roldán, Alicia Nagel, Stella Virgolini y Cristina Ochoteco, analizó 141 muestras de pacientes con Staphylococcus aureus meticilino-resistente (SAMR) de la comunidad. Del total, setenta muestras fueron tomadas en pacientes pediátricos del Hospital “Orlando Alassia” mientras que las 71 restantes pertenecieron a adultos atendidos en el Hospital Cullen.
En todos ellos, las investigadoras rastrearon dos mecanismos específicos: uno de resistencia y otro de virulencia. El primero es el gen mec A que está asociado con la meticilino-resistencia y que, efectivamente, estuvo presente en estas muestras. Además, indagaron sobre la presencia del gen pvl vinculado a la virulencia con la que se propaga la infección. El 65% de las bacterias dio positivo, por lo que los investigadores concluyeron que existe una alta circulación en nuestro medio de Staphylococcus aureus meticilino-resistente adquirido en la comunidad (SAMRC) portador del gen de virulencia pvl.
“Estos resultados tienen impacto en el campo de la vigilancia de la resistencia antibiótica y en la conducta del uso de antibióticos en los servicios de urgencias y consulta ambulatoria”, destacó Méndez.
Vigilar y prevenir
El mecanismo de resistencia estudiado hace que en dicha bacteria no pueda usarse ningún antibiótico de la familia de los betalactámicos (como la penicilina, cefalosporina y hasta los más nuevos y más activos como los carbapenemes).
“Es necesario efectuar una vigilancia permanente”, subrayó Méndez, tanto para poder tratar a los pacientes de la manera más efectiva así como también para evitar la diseminación dentro del nosocomio. “Si sabemos que en nuestra zona existen determinadas resistencias, podemos recurrir a otro antimicrobiano”, ejemplificó.
En la guerra contra los microorganismos patógenos, los antibióticos van perdiendo eficacia y la vigilancia se vuelve crucial.
Fuente: Agencia CyTA – Instituto Leloir /Comunicación científica UNL Priscila Fernández