Más de doscientos días atrás los terapeutas de todo el país nos vimos obligados a embarcarnos en la aventura incierta de la atención virtual. Cada profesional, con sus dificultades, sus habilidades, sus recursos, su experiencia previa, adaptó su consulta diaria, su quehacer cotidiano, a una pantalla y unos auriculares.
La alianza terapéutica fue atravesada por aquello que nos atraviesa a todos: la distancia. Desde entonces, nos encontramos navegando mares inciertos en los que buscamos llegar al otro y acercarnos desde la frialdad de una pantalla, buscamos contener desde la extraña modalidad a la que nos lleva la pandemia.
Adaptar el encuadre a lo virtual, sostener la intimidad en el nuevo formato, ha sido – y sigue siendo – un desafío. Las dificultades de conexión, la complejidad de no poder “leer” con claridad gestos y lenguaje no verbal, son algunas de las cuestiones a las que nos enfrentamos en estos meses.
La demanda creciente, la vulnerabilidad causada por el estrés extremo de la pandemia, el encierro prolongado, la inestabilidad anímica, la ansiedad de la población fueron nuestra moneda corriente, en el consultorio, en estos meses. Y, en todo esto, los terapeutas trabajando desde lo que son, desde su propia individualidad, también atravesada por lo antedicho, y contribuyendo, a su vez, enormemente al bienestar general.
Estando en la facultad, tuve el honor de ser alumna del doctor Pablo Hirsch, referente en salud mental en nuestro país, quien recalca en sus libros la importancia del cuidado de la salud psíquica de los terapeutas, ya que nosotros somos “nuestra propia herramienta de trabajo”.
En estos doscientos días, y más que nunca, trabajamos desde nuestras propias casas, atravesados por nuestras realidades, incertidumbres, miedos, confusiones. Acompañamos a nuestros pacientes estando, también nosotros, inmersos en este momento histórico sin precedentes. ¡Qué aprendizaje tan grande adaptarnos, adaptar el espacio, adaptar el preciado vínculo terapéutico! ¡Qué aprendizaje tan grande cuidar de nuestra “herramienta de trabajo”, y cuidar de los otros en esta nueva realidad!
Por todo esto, hoy especialmente, felicito y celebro el Día del Psicólogo. Hoy, más que nunca, creo que hemos aprendido a reinventar espacios, acortar distancias, sostener desde nuestra propia vivencia a un otro que sufre, un otro que somos también nosotros mismos, en esta trama atípica que nos ha tocado vivir, que nos atraviesa, y de la cual saldremos, sin dudas, como profesionales más fortalecidos, más flexibles, más resilientes. Feliz día, colegas.
*La licenciada Paz Magnanini es docente de la carrera Psicología de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral.